miércoles, 1 de julio de 2009

Pedro, Una herramienta ordinaria, en las finas manos de Jesús


A Pedro se le conoce, tanto por haber negado al Maestro como por haberle cortado de un machetazo la oreja a Malco, uno de los siervos del sumo sacerdote. Hoy quiero invitarlos a conocer otras de las múltiples caras de este famoso personaje bíblico; considerado un pescador tosco, hombre pueblerino y sin grado académico. Mateo 26:69~74; Juan 18:10, Hechos 4:13.
Humilde, mas no con aquella humildad sinónimo de abandono personal o miseria con la que hoy coronamos a la gente, este hombre pescador de profesión es uno de los hombres a los que Jesús llama y le da una nueva profesión, pero alusiva a la que él venía realizando. Mateo 4:19. Este llamado es reiterado por Jesús aún después de su muerte y de su resurrección, así vemos que Juan lo relata en el último capítulo del evangelio, donde Jesús le dice que si le ama apaciente sus corderos y pastoree sus ovejas; le da a entender lo difícil que sería su final; y lo invita a seguirlo nuevamente.
La Biblia nos deja conocer muy bien el carácter de Pedro, a través de ella podemos hacer un retrato de este hombre controversial con bastante fidelidad sin soslayar ninguna de las transformaciones que se dieron en su caminar con el Sol de Justicia.
En su plenitud, el Hijo de Dios sabe que es Pedro un hombre con el que tendrá que trabajar con esmero dado su perfil. Su hoja de vida no contiene precisamente los requisitos del líder que sugiere Pablo en la misiva a Tito Cap. 1, versículos 7, 8 y 9, aún así, el Maestro lo escoge.
Al principio se manifiesta sencillo, temperamental y extrovertido. Sin embargo, ofrece notables contradicciones: es amable y fiero, fuerte y débil, dócil y obstinado, creyente e incrédulo. La espontaneidad de Pedro permite descubrir muchos estados de su personalidad, aparentemente contrarios; pero precisamente esos contrastes marcan un perfil abisalmente humano y auténtico.
En las situaciones donde las opciones se agotan es donde se manifiesta con mayor claridad lo que cada hombre lleva en su corazón. Pedro manifiesta un desarrollado amor a Jesús, pero insuficiente como su misma fe.
Pedro es un hombre normal con un carácter bien marcado, aunque los cambios que experimentará durante su relación con El Príncipe y Salvador son más que sobresalientes: La Vid Verdadera lo forma puliendo su manera de ser hasta en las facetas más sencillas.
Los cuatro evangelistas recogen la escena cuando Pedro niega a Jesús, pero a mí personalmente me sobrecoge el espíritu: Lucas. Veamos los versículos 60, 61 y 62 del Cap. 22.
22:60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
22:61 Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
22:62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
El gallo canta
El Señor mira a Pedro
Pedro recuerda las palabras del Maestro
Pedro sale y llora amargamente
Después de tantos desaciertos (Mateo 16:22 y 23; Mateo 18:21 y 22; Lucas 22:60; Juan 18:10; Juan 13:8; Marcos 14:34 y 37[1]), Pedro va camino de vuelta, se puede pensar que este hombre mira a su entorno y se ve como un fracasado; que no le parece que ha hecho las cosas muy bien, Pedro a retornado a lo suyo, pero Jesucristo resucita y algunas mujeres lo ven, es entonces cuando ocurre algo que cada vez que lo leo sendas lágrimas salen de mis ojos, - Pero id, decid a los discípulos, y a Pedro,… Marcos 16:7
Pedro había cometido un pecado días antes de este acontecimiento, un pecado tan grande que impidió que El Señor pudiese confesarlo delante de los ángeles de Dios. Lucas 12:9.
Pedro no confesó al Señor delante de los hombres, ni siquiera delante de una humilde sirvienta. Sinembargo, el Señor le pide a las mujeres que visitaron su tumba que fueran a decirles a sus discípulos y a Pedro que él había resucitado.
El Maestro que conocía lo que estaba pasando con Pedro, el Rey de Gloria que sabía que Pedro, quizás avergonzado por su actitud, ya no se contaba entre sus discípulos, le envía un mensaje lleno de reconciliación, un mensaje cuya armonía permea a todo el que lo lea, no importa cuando y cuantas veces lo haga. Jesús, el Cristo, que nunca descontó a Pedro de entre sus discípulos, le hace llegar la buena noticia y Pedro termina siendo un gran predicador de la sana doctrina.
Pedro, hombre de fe llameante, fue una de las columnas que Jesús escogió para predicar al Príncipe de los Pastores. En el libro de Los Hechos de los Apóstoles nos percatamos que los convertidos de la iglesia primitiva le seguían como líder, y es que quien haya leído sus cartas no puede negar que Pedro tenía corazón de pastor.
El pastor Pedro era un hombre entregado a la predicación y al cuidado de las almas, aquella amena conversación con el Maestro resucitado sostenida junto al lago de Tiberias, parece repetirse en el capítulo 5 versículos 2 y 3 de su primera carta con toda la virtud con que salió de los redentores labios del Buen Pastor.
Mientras estoy escribiendo esto no puedo evitar que mis manos se levanten y alaben al Mesías. Son tan acertadas las palabras del profeta Malaquías cuando lo llama: El Sol de Justicia. Malaquías 4:2
Quienes hemos conocido a Pedro desde el día de su llamado nos damos perfecta cuenta que el proceso por el que ha pasado realmente lo ha transformado, aquí en su primera carta Pedro ya habla con las palabras del Redentor, y es que ahora Pedro tiene la mente de Cristo, porque sólo del corazón de un hombre que piensa como el Nazareno podría salir tanto amor como el que impregna cada una de las palabras que componen los versículos 2 y 3 del capítulo 5 de su primera carta.
Es realmente delicioso escuchar hablar a un pastor(a) que es verdaderamente cristiano(a), de esos que faltan muchos en nuestros días. El pastor Pedro parece estar todavía al lado de su Señor, escuchando a su Consejero, sin lugar a dudas, la humildad del Hijo del Hombre ha contagiado al hijo de Jonás.
Meditando en la abierta forma en que le habla Pedro a su Señor, me atrevería a asegurar que hoy día casi ningún líder, léase: pastor(a), obispo, apóstol, evangelista, etc. la permitiría; sin embargo, Jesús, el Hijo del Hombre, mantiene esa conversación y cuando se trata de preguntas las responde con aparente dureza, pero con propiedad, propiedad que su discípulo no resentía, porque él reconocía a Jesús como el Hijo del Dios viviente.
Pedro, un hombre cuyo carácter no ha sido cambiado, mas bien ha sido finamente procesado con el rigor del amor, ha madurado. Sencillo, pero no carente de energía, decidido, valiente ante las autoridades judías, predicando a las multitudes, venciendo las reticencias de quienes no querían aceptar al romano Cornelio en la Iglesia; no le tiembla la mano para condenar a Ananías y Safira cuando fingen solidaridad (nótese el ferventísimo celo de Pedro por la pureza de la Iglesia ante la seducción de lo mundano). Sensible a la gracia, instruido por el mejor Maestro, hasta en lo humano es hombre más moderado y entero.
En nuestras congregaciones los Pedros no son gratos, cada vez que Jehová envía a un Pedro a apoyar a un(a) líder en la iglesia, éste es reducido, tildado de rebelde, se hacen ingentes esfuerzos por reconstruirlo como adorador de hombres, a su hoja de vida se le pone una etiqueta de usurpador, y después de difamarlo se le confina a una eterna disciplina. Es una verdadera lástima, dado que la Iglesia necesita hombres con carácter firme que no se dejen arrastrar por espíritus seductores que entran a las congregaciones disfrazados de piedad.
Cefas llega a Jesús como un niño humillado y Jesús capitaliza esa actitud en su justa medida (Lucas 5:8). El Salvador ve en Simón una herramienta útil.
Claro que para discernir esto es necesario que el (la) líder esté totalmente despojado(a) de los enfermizos celos ministeriales que sólo sirven de piedra de tropiezo; esta actitud es tan perversa que la Biblia sugiere que los que la practican sean ahogados en las profundidades del mar. Mateo 18:6
Es urgentemente necesario que estos hombres y mujeres de Dios, cuyos corazones están siendo atacados por la inseguridad, reciban ayuda profesional. La Iglesia cuenta hoy día con sicólogos espirituales, que también son hombres y mujeres de Dios y saben hacer buen uso de la Palabra de Verdad.
La inseguridad en los líderes de la iglesia está llevándolos (las) a un desempeño de perfecta mediocridad. El Maestro jamás vio a Pedro como un competidor, lo vio como un pescador: un pescador de hombres; Pedro, por su parte estaba seguro de quien era, (Hechos 10:26) Nunca quiso ser el Mesías, sólo deseaba servirle a su Maestro.
La inseguridad hace que los (as) líderes en vez de ver en los Pedros una herramienta de ayuda como la vio El Cristo, vean a un hombre o mujer que les resta protagonismo, que se quiere sentar en su trono, y que ellos tienen que evitarlo, aunque para ello tengan que violentar los preceptos bíblicos.
Hermano y hermana que me lee, trate de imitar al Maestro como lo hizo Pedro, mas hágalo sin dejar de ser auténtico(a); Jesús aprecia nuestra sinceridad, recuerde que la senda que conduce al cielo sigue siendo tan estrecha como lo era en el Antiguo Testamento, realmente la Gracia no añade pulgadas a la anchura del camino de salvación, y posiblemente sea más severa que la ley. Mateo 5:27 y 28; 5:43 y 44.

Glosario de términos y frases:
Abisal: Perteneciente al abismo. Se dice de las zonas del mar profundo que se extienden más allá del talud continental.
Celos ministeriales: Recelo que alguien siente de que cualquier afecto o bien que disfrute o pretenda llegue a ser alcanzado por otro. Cáncer congregacional. Mal enfermizo que está tomando control de muchas congregaciones. Ver Números 11:26, 27, 28 y 29.
Reticencia: Efecto de no decir sino en parte, o de dar a entender claramente, y de ordinario con malicia, que se oculta o se calla algo que debiera o pudiera decirse.
Soslayar: Pasar por alto o de largo, dejando de lado alguna dificultad.

Bibliografía:
Biblia Reina Valera 1960
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Vigésima segunda edición
Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation.

Los énfasis son del autor del artículo.

[1] Mateo 16:22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. 16:23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Mateo 18:21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 18:22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Juan 13:8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.
Juan 18:10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
Lucas 22:60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó
Marcos 14:34 Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. 14:37 Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?

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