jueves, 25 de diciembre de 2014

Jesús: el hombre perfecto; Jesús: el Dios todopoderoso
Mateo 4:1~11; Marcos 1:12~13; Lucas 4:1~13

El pasaje de la tentación nos presenta a Jesús eligiendo de una vez para siempre el método con el que se proponía ganar a los hombres para Dios.
Le vemos rechazando el camino del poder y la gloria, y aceptando el camino del sufrimiento y de la cruz.
Fuerte San Lorenzo en la Rep. de Panamá
Esta es la más sagrada de las historias evangélicas, porque no puede proceder sino de los labios del mismo Jesús. En algún momento tiene que haberles contado a sus discípulos esta íntima experiencia de su alma.

Desembocadura del Río Chagres desde el Fuerte San Lorenzo en Panamá
Ya en este momento Jesús debe de haber sido consciente de poseer poderes extraordinarios. Todo el sentido de las tentaciones está en que no podían ocurrirle más que a un hombre que podía hacer cosas maravillosas. No sería una tentación para nosotros el convertir las piedras en pan o el tirarnos desde el pináculo del templo, por la sencilla razón de que nos es imposible hacer tales cosas. Estas son tentaciones que sólo se le podían presentar a un hombre que tenía poderes absolutamente únicos, y que tenía que decidir cómo usarlos.
No debemos creer que las tres tentaciones empezaron y terminaron como las escenas de una comedia, sino más bien que Jesús se retiró conscientemente a este lugar solitario, y pasó cuarenta días debatiéndose con el problema de cómo ganar a los hombres para Dios. Fue una batalla larga que no terminó hasta la cruz, porque el relato termina diciéndonos que el tentador dejó a Jesús por algún tiempo.


La primera tentación era convertir las piedras en pan. Este desierto no estaba cubierto de arena, sino de piedras y cantos que parecían panes. El tentador le dijo a Jesús: "Si quieres que la gente te siga, usa tus poderes milagrosos para darle cosas materiales". Estaba sugiriéndole a Jesús que sobornara a la gente para que le siguiera. Jesús reaccionó al ataque con las palabras de Deuteronomio 8:3: "El hombre –dijo, nunca encontrará la vida en las cosas materiales".
La tarea del Evangelio no consiste en producir nuevas condiciones de vida, aunque el peso y la voz de la Iglesia deben estar detrás de todos los esfuerzos para hacerles la vida mejor a los hombres. Su verdadera tarea es producir hombres nuevos; dados los hombres nuevos, las nuevas condiciones de vida surgirán.

En la segunda tentación imaginamos a Jesús en la cima de una montaña desde la que se puede ver todo el mundo civilizado. El tentador le dice: "Adórame, y todo esto será tuyo". Esta es la tentación del compromiso. El diablo dijo: "Tengo a la gente en un puño. Haz un trato conmigo. Déjale algo de terreno al mal, y la gente te seguirá". De vuelta vino el rebote de Jesús: "Dios es Dios, el bien es el bien, y el mal es el mal. No puede haber pacto en la guerra con el mal". Una vez más, Jesús cita la Escritura (Deuteronomio 6:13 y 10:20).
Es una tentación constante la de tratar de ganar hombres haciendo un compromiso con los principios del mundo.
La tendencia del mundo es ver las cosas en un gris indefinido, pero el deber del cristiano es ver las cosas en blanco y negro. El cristiano tiene que estar totalmente poseído por la convicción de la infinita belleza de la santidad, y de la infinita detestabilidad del pecado.
En la tercera tentación imaginamos a Jesús en el pináculo del templo en el que se unían el Pórtico de Salomón y el Pórtico Real: desde allí había una caída a plomo de 150 metros hasta el fondo del valle del torrente Cedrón. Esta era la tentación a darle a la gente demostraciones sensacionales.
No, dijo Jesús: no se han de hacer experimentos insensatos con el poder de Dios. (Deuteronomio 6:16). Jesús vio muy claro que si le producía una gran impresión a la gente, sería una maravilla por algún tiempo, pero que el sensacionalismo no puede durar.

El duro camino del servicio y del sufrimiento conduce a la cruz, pero después de la cruz está la corona.

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