jueves, 9 de abril de 2020

COVID-19, una rigurosa advertencia, por amor


COVID-19, una rigurosa advertencia, por amor

Son muchos los que creen conocer a Dios y otro tanto los que están seguros de haberlo ignorado, pero también es grande el número de los que, ya sea con oraciones fingidas y con comportamientos hipócritas, o con obras interesadas donde aportan lo que les sobra, no dudan que han reclutado al Altísimo, y que el mismo, hace tiempo que forma parte de su partido, o por lo menos de esa nómina con la que creen mantenerlo sometido a sus criterios religiosos.

Lo antes expuesto no alude a una determinada clase social o política, tampoco excluye a “grandes hombres de Dios” que fornican con su Palabra, que la violentan, y cuyo principal interés es obtener ventajas económicas, satisfacer su ego, o, por qué no, alcanzar una fama que sea abrazada tanto por los cristianos como por los impíos y sacrílegos.

En Las Escrituras podemos leer como a través de los tiempos El Creador manifiesta de diferentes maneras su descontento con el actuar del hombre y cuales han sido sus métodos para hacerle llegar su mensaje divino a la humanidad en cada una de estas ocasiones, (Ejemplo: Éxodo, capítulos 7, 8, 9, 10, 11).

Han sido muchos los que han tratado de suavizar la ira de Dios tiñéndola con colores pastel para darle un toque de seda y de esa manera hacer ver que Dios es manipulable, que si entramos en una sesión de “berrinche” infantil, él se hará el de la vista gorda, o entrará en una crisis de sentimentalismo y se convertirá en un padre permisivo al que podemos manejar a nuestro antojo. Para tal efecto los cineastas se han puesto de acuerdo para producir exitosos guiones donde hombres con el don de la “hipocresía” le dan vida a una historia tan creíble como falsa. Son miles los que están siendo conducidos al Infierno por estos falsos maestros que ya no están vestidos de oveja, que se presentan tal cual son, pero que se esmeran con vehemencia en presentar a Dios de una manera muy distinta a la que él es, estos embusteros le venden a la humanidad un camino muy ancho y confortable por el que pueden transitar y llegar al Paraíso sin necesidad de Jesucristo.



Hace días me recomendaron el filme La Cabaña, y aunque no me guío por películas para entender La Biblia, sino que lo hago rogándole al Espíritu Santo, debo confesar que el entramado es tentador y a la vez relajante, y más para aquellos que no han leído la Palabra de Dios, o que la han leído con la intención de encontrar versículos o frases que puedan ajustarlos a su estilo de vida para justificarse sin necesidad de un verdadero arrepentimiento. En ella se presenta a Dios justificando todos los pecados del hombre y al hombre exento de culpa, también se le pone en su boca la frase “no necesito castigar al hombre, el pecado es su castigo”, esto contrasta con (Apocalipsis 3.19; Ezequiel 18.30; Job 5.17; Deuteronomio 8.5), en este largometraje esto lo hace el Eterno sin que el pecador siquiera reconozca a Cristo como su salvador (Juan 3. 16, 17, 18).

Los jueces (la historia de Israel después de la muerte de Josué) eran héroes que lucharon por liberar al pueblo de Dios en un momento de opresión, no eran magistrados que administraban justicia o resolvían pleitos, sin embargo, cada vez que el pueblo de Dios (ahora tanto judíos como gentiles-Iglesia) se descarriaba, el Omnipotente en su impronunciable expresión de amor ponía en práctica uno de sus recursos para volverlo a él, estos planes le llegaban al pueblo a través de los profetas, quienes se exponían a morir para hacer llegar las decisiones del Omnipresente, muchos de ellos fueron asesinados por quienes ostentaban el poder terrenal, esa justicia torcida a la que hemos tenido que sufrir como consecuencia de que el hombre se ha atribuido derechos que son de la exclusiva potestad de Dios.

Mucho tiempo ha pasado y Dios sigue tratando con el hombre, pero eso también tiene su término (Isaías 57.16), la actual pandemia universal sea castigo o advertencia debe ser considerada por la humanidad, pero mucho más por La Iglesia, esto, porque es ella luz para el mundo, “la sal de La Tierra” (Mateo 5.13), no debe morir o ser llevada a prisión por falta de conocimiento, pero, aún con dolor debo decirlo, el nivel de conocimiento del cristiano promedio es muy inferior al de la percepción general, el creyente hoy se satisface con repetir y dar como veraz todo lo que en su contenido tenga palabras que mencionen a Dios, una de las porciones bíblicas que llevo tatuadas en mi corazón es “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. (Proverbios 14.12; 16.25).

COVID-19 está siendo capitalizado por ateos y agnósticos en todo el mundo para forzar su doctrina de la inexistencia de Jehová y “obligar” a los creyentes a adorar La Ciencia. Con esto no quiero decir que La Ciencia sea mala per se, pero sí que la misma es creación del Supremo y que no tiene la virtud de hacer las cosas por su cuenta, la misma está a la merced de Dios, sin Dios viene a ser un instrumento improductivo, las manos del hombre de ciencia solo pueden desarrollar aquello que ya está hecho, o sea, descubrir lo que Jehová ha creado.

Así como Juan el Bautista se adelantó a abrir trocha para que el Hijo del Hombre ejerciera su maravilloso ministerio salvador, también es posible que ya el encargado de allanarle el camino al Anticristo esté entre nosotros. Tengamos presente que después del arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4.17; Juan 14.3) de La Iglesia el mundo estará bajo un régimen  de gobierno universal, este será implementado cuando los hombres (políticos) demuestren fehacientemente su incapacidad para gobernar, evento que cada día está más cerca. Para quienes niegan la existencia de Dios y para los que aun creyendo en él lo ven como un amuleto al que pueden recurrir cuando lo quieran utilizar, esto es fantasía, inventos de fanáticos religiosos que no entienden, y de los que hay que burlarse para hacerlos que despierten de su descomunal locura. Mas, también esto está explicito en La Palabra de Dios, “tal como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no ven y oídos con que no oyen...” (Romanos 11.8; Deuteronomio 29.4; Isaías 6.9; 29.10; Jeremías 5.21; Ezequiel 12.2).

Creo que algunos de los que me están leyendo están escuchando simultáneamente a su subconsciencia cuando repetidas veces les dice que los desastres naturales, las pandemias, las pestes y las enfermedades incurables han existido siempre, quizás porque lo han leído o sencillamente repiten argumentos de los que consideran expertos, pero también creo que nunca han tomado tiempo para investigar si en cada uno de esos eventos está directamente la intervención del Supremo. Quienes leemos Las Escrituras, no para encontrar “errores” con los que podamos afrentar a Dios o para ser los ganadores en una conversación o discusión donde se tratan temas bíblicos, sino, para escuchar al Todopoderoso hablándole a nuestro corazón, podemos ver con meridiana claridad que ni uno solo de estos acontecimientos ocurre fuera del programa del Creador, como también que aún cuando esté inmerso en estas catástrofes el hombre no deja de estar bajo la protección de Jehová, pues, aunque nos cueste entenderlo, es una de las formas misericordiosas que usa nuestro Padre para advertirnos que los tiempos anunciados por los profetas están cumpliéndose, así también, para recordarnos que la segunda venida de su Hijo está muy cerca.

Es claro que “el hombre de pecado”, “el hijo de perdición” le ha nublado el pensamiento a los habitantes del mundo para sacarle ventaja a sucesos como el COVID-19, lo triste es que entre ellos haya muchos cristianos dejándose arrastrar por personas que odian a Dios, por gente que tiene como costumbre blasfemar para llamar la atención, ya que no pueden refutar Las Escrituras y usan mentiras para demeritarlas.

Luego de la travesía mundial del COVID-19 el mundo no volverá a ser el mismo, quizá haya una nueva normalidad, donde el hombre ajuste su estilo de vida para adaptarse a las nuevas condiciones generales, habrá aprendido a establecer prioridades, a ver como importante aquello a lo que subvaloraba, pero no dejará de ser egoísta, prepotente, orgulloso, irresponsable, avaro, ni tampoco dejará de clasificar a sus semejantes en importantes, muy importantes y en los que carecen de importancia alguna.

Y esto es así no solamente en “el mundo”, las iglesias no escapan de esta cruel realidad, la hipocresía es un COVID-? que cual infernal pandemia está presente aún entre los líderes más renombrados dentro del ámbito religioso. Los hermanos de tercera, segunda y primera categoría están presentes en todas las congregaciones, también están allí los intocables, los chivos expiatorios, los señalados, los ignorados y los “perfectos”, eso para mencionar algunos, ya que hay diversidad de connotaciones inherentes a cada concilio, aberración que, sacando de contexto versículos bíblicos pretenden que la Biblia respalde.

La frase “Dios es un dios de amor” ha sido comprada por muchos, claro está que con la intención de auto justificarse, con este  amañado  texto abortado de La Biblia, ya que omiten los versículos 7 y 9 (1 Juan 4.8) creen tener la llave para dejar a Dios por fuera mientras pecan y luego invitarlo a entrar cuando lo necesitan.

Hubo un príncipe que “volvió en sí” tras darse cuenta que había obrado mal, si hemos leído la parábola del hijo prodigo habremos entendido que los protagonistas de esta narración tenían distintos conceptos de lo bueno, lo agradable a Dios, lo malo, lo importante y lo que se puede dejar en segundo plano para darle paso a lo que es verdaderamente relevante. Cada vez que leo esta parábola, pienso en ese padre al que su hijo lo había privado de demostrarle su amor, y me lastima, sin soslayar la pena de un hombre que ignoraba que era amado por su padre. Cuántos hemos visto en esta ejemplar nota bíblica decenas de cosas: actitudes reprochables, pasiones contenidas, escasez de sabiduría, resentimiento, derroche de bienes, consentimiento, desagradecimiento, etc., mas no nos hemos percatado de esa manifestación de amor y perdón sin interés de un “me gusta”, de la total ausencia de selfis, pero con todo lo necesario incluido en un abrazo y un beso, y me atrevo a agregar, con una solemne mirada de amor.

Hemos sido enseñados a amar al dinero, pero eso no nos ha bastado, ese dios tiene más adoradores que todos los otros dioses juntos, los ateos y agnósticos suelen decir que ese es su dios, y alegan que es porque lo pueden ver. En forma de burla y con el interés de humillar a los creyentes dicen que cómo podemos creer y adorar a alguien al que no vemos, pero todo ese argumento se les ha caído cuando están aterrados y turbados por COVID-19, un ser microscópico y de una identidad desconocida.

¿Cuántos hombres justos son necesarios para que Dios no juzgue hoy a la humanidad como lo hizo en aquel tiempo con Gomorra y Sodoma (Génesis capítulos 18 y 19)?

¿Qué tan diferentes somos las pecadores de hoy a los que menciona Génesis en el capítulo 13.13 ?

Dios me libre de hacerle reclamo alguno, “Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place. Salmo 115.3, La Biblia de las Américas”, y “tiene compasión de quien a él le plazca”, Romanos 9.18, aun así me acosa esta pregunta, ¿Si Dios no juzga el pecado actual en todo el mundo, qué con Sodoma y Gomorra?


Gracias por leerme,

Hermano, Marcos García C.
Abril, 2020

Seguidores

Solamente Por Un Día

Solamente Por Un Día
Especie Rara