COVID-19, una rigurosa advertencia,
por amor
Son muchos los que creen conocer a Dios y otro tanto los que
están seguros de haberlo ignorado, pero también es grande el número de los que,
ya sea con oraciones fingidas y con comportamientos hipócritas, o con obras
interesadas donde aportan lo que les sobra, no dudan que han reclutado al
Altísimo, y que el mismo, hace tiempo que forma parte de su partido, o por lo
menos de esa nómina con la que creen mantenerlo sometido a sus criterios
religiosos.
Lo antes expuesto no alude a una determinada clase social o
política, tampoco excluye a “grandes hombres de Dios” que fornican con su
Palabra, que la violentan, y cuyo principal interés es obtener ventajas
económicas, satisfacer su ego, o, por qué no, alcanzar una fama que sea
abrazada tanto por los cristianos como por los impíos y sacrílegos.
En Las Escrituras podemos leer como a través de los tiempos
El Creador manifiesta de diferentes maneras su descontento con el actuar del
hombre y cuales han sido sus métodos para hacerle llegar su mensaje divino a la
humanidad en cada una de estas ocasiones, (Ejemplo: Éxodo, capítulos 7, 8, 9,
10, 11).
Han sido muchos los que han tratado de suavizar la ira de
Dios tiñéndola con colores pastel para darle un toque de seda y de esa manera
hacer ver que Dios es manipulable, que si entramos en una sesión de “berrinche”
infantil, él se hará el de la vista gorda, o entrará en una crisis de
sentimentalismo y se convertirá en un padre permisivo al que podemos manejar a
nuestro antojo. Para tal efecto los cineastas se han puesto de acuerdo para
producir exitosos guiones donde hombres con el don de la “hipocresía” le dan
vida a una historia tan creíble como falsa. Son miles los que están siendo
conducidos al Infierno por estos falsos maestros que ya no están vestidos de
oveja, que se presentan tal cual son, pero que se esmeran con vehemencia en
presentar a Dios de una manera muy distinta a la que él es, estos embusteros le
venden a la humanidad un camino muy ancho y confortable por el que pueden
transitar y llegar al Paraíso sin necesidad de Jesucristo.
Hace días me recomendaron el filme La Cabaña, y aunque no me
guío por películas para entender La Biblia, sino que lo hago rogándole al
Espíritu Santo, debo confesar que el entramado es tentador y a la vez
relajante, y más para aquellos que no han leído la Palabra de Dios, o que la
han leído con la intención de encontrar versículos o frases que puedan
ajustarlos a su estilo de vida para justificarse sin necesidad de un verdadero
arrepentimiento. En ella se presenta a Dios justificando todos los pecados del
hombre y al hombre exento de culpa, también se le pone en su boca la frase “no
necesito castigar al hombre, el pecado es su castigo”, esto contrasta con
(Apocalipsis 3.19; Ezequiel 18.30; Job 5.17; Deuteronomio 8.5), en este
largometraje esto lo hace el Eterno sin que el pecador siquiera reconozca a
Cristo como su salvador (Juan 3. 16, 17, 18).
Los jueces (la historia de Israel después de la muerte de
Josué) eran héroes que lucharon por liberar al pueblo de Dios en un momento de
opresión, no eran magistrados que administraban justicia o resolvían pleitos,
sin embargo, cada vez que el pueblo de Dios (ahora tanto judíos como gentiles-Iglesia)
se descarriaba, el Omnipotente en su impronunciable expresión de amor ponía en
práctica uno de sus recursos para volverlo a él, estos planes le llegaban al
pueblo a través de los profetas, quienes se exponían a morir para hacer llegar
las decisiones del Omnipresente, muchos de ellos fueron asesinados por quienes
ostentaban el poder terrenal, esa justicia torcida a la que hemos tenido que sufrir
como consecuencia de que el hombre se ha atribuido derechos que son de la
exclusiva potestad de Dios.
Mucho tiempo ha pasado y Dios sigue tratando con el hombre,
pero eso también tiene su término (Isaías 57.16), la actual pandemia universal
sea castigo o advertencia debe ser considerada por la humanidad, pero mucho más
por La Iglesia, esto, porque es ella luz para el mundo, “la sal de La Tierra”
(Mateo 5.13), no debe morir o ser llevada a prisión por falta de conocimiento,
pero, aún con dolor debo decirlo, el nivel de conocimiento del cristiano
promedio es muy inferior al de la percepción general, el creyente hoy se
satisface con repetir y dar como veraz todo lo que en su contenido tenga
palabras que mencionen a Dios, una de las porciones bíblicas que llevo tatuadas
en mi corazón es “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino
de muerte”. (Proverbios 14.12; 16.25).
COVID-19 está siendo capitalizado por ateos y agnósticos en
todo el mundo para forzar su doctrina de la inexistencia de Jehová y “obligar”
a los creyentes a adorar La Ciencia. Con esto no quiero decir que La Ciencia
sea mala per se, pero sí que la misma es creación del Supremo y que no tiene la
virtud de hacer las cosas por su cuenta, la misma está a la merced de Dios, sin
Dios viene a ser un instrumento improductivo, las manos del hombre de ciencia
solo pueden desarrollar aquello que ya está hecho, o sea, descubrir lo que
Jehová ha creado.
Así como Juan el Bautista se adelantó a abrir trocha para que
el Hijo del Hombre ejerciera su maravilloso ministerio salvador, también es
posible que ya el encargado de allanarle el camino al Anticristo esté entre
nosotros. Tengamos presente que después del arrebatamiento (1 Tesalonicenses
4.17; Juan 14.3) de La Iglesia el mundo estará bajo un régimen de gobierno universal, este será implementado
cuando los hombres (políticos) demuestren fehacientemente su incapacidad para
gobernar, evento que cada día está más cerca. Para quienes niegan la existencia
de Dios y para los que aun creyendo en él lo ven como un amuleto al que pueden
recurrir cuando lo quieran utilizar, esto es fantasía, inventos de fanáticos
religiosos que no entienden, y de los que hay que burlarse para hacerlos que
despierten de su descomunal locura. Mas, también esto está explicito en La
Palabra de Dios, “tal como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos
con que no ven y oídos con que no oyen...” (Romanos 11.8; Deuteronomio 29.4;
Isaías 6.9; 29.10; Jeremías 5.21; Ezequiel 12.2).
Creo que algunos de los que me están leyendo están escuchando
simultáneamente a su subconsciencia cuando repetidas veces les dice que los
desastres naturales, las pandemias, las pestes y las enfermedades incurables
han existido siempre, quizás porque lo han leído o sencillamente repiten
argumentos de los que consideran expertos, pero también creo que nunca han tomado
tiempo para investigar si en cada uno de esos eventos está directamente la
intervención del Supremo. Quienes leemos Las Escrituras, no para encontrar
“errores” con los que podamos afrentar a Dios o para ser los ganadores en una
conversación o discusión donde se tratan temas bíblicos, sino, para escuchar al
Todopoderoso hablándole a nuestro corazón, podemos ver con meridiana claridad
que ni uno solo de estos acontecimientos ocurre fuera del programa del Creador,
como también que aún cuando esté inmerso en estas catástrofes el hombre no deja
de estar bajo la protección de Jehová, pues, aunque nos cueste entenderlo, es
una de las formas misericordiosas que usa nuestro Padre para advertirnos que
los tiempos anunciados por los profetas están cumpliéndose, así también, para
recordarnos que la segunda venida de su Hijo está muy cerca.
Es claro que “el hombre de pecado”, “el hijo de perdición” le
ha nublado el pensamiento a los habitantes del mundo para sacarle ventaja a
sucesos como el COVID-19, lo triste es que entre ellos haya muchos cristianos
dejándose arrastrar por personas que odian a Dios, por gente que tiene como
costumbre blasfemar para llamar la atención, ya que no pueden refutar Las
Escrituras y usan mentiras para demeritarlas.
Luego de la travesía mundial del COVID-19 el mundo no volverá
a ser el mismo, quizá haya una nueva normalidad, donde el hombre ajuste su
estilo de vida para adaptarse a las nuevas condiciones generales, habrá
aprendido a establecer prioridades, a ver como importante aquello a lo que
subvaloraba, pero no dejará de ser egoísta, prepotente, orgulloso,
irresponsable, avaro, ni tampoco dejará de clasificar a sus semejantes en
importantes, muy importantes y en los que carecen de importancia alguna.
Y esto es así no solamente en “el mundo”, las iglesias no
escapan de esta cruel realidad, la hipocresía es un COVID-? que cual infernal
pandemia está presente aún entre los líderes más renombrados dentro del ámbito
religioso. Los hermanos de tercera, segunda y primera categoría están presentes
en todas las congregaciones, también están allí los intocables, los chivos
expiatorios, los señalados, los ignorados y los “perfectos”, eso para mencionar
algunos, ya que hay diversidad de connotaciones inherentes a cada concilio,
aberración que, sacando de contexto versículos bíblicos pretenden que la Biblia
respalde.
La frase “Dios es un dios de amor” ha sido comprada por
muchos, claro está que con la intención de auto justificarse, con este amañado
texto abortado de La Biblia, ya que omiten los versículos 7 y 9 (1 Juan
4.8) creen tener la llave para dejar a Dios por fuera mientras pecan y luego
invitarlo a entrar cuando lo necesitan.
Hubo un príncipe que “volvió en sí” tras darse cuenta que
había obrado mal, si hemos leído la parábola del hijo prodigo habremos
entendido que los protagonistas de esta narración tenían distintos conceptos de
lo bueno, lo agradable a Dios, lo malo, lo importante y lo que se puede dejar en
segundo plano para darle paso a lo que es verdaderamente relevante. Cada vez
que leo esta parábola, pienso en ese padre al que su hijo lo había privado de
demostrarle su amor, y me lastima, sin soslayar la pena de un hombre que
ignoraba que era amado por su padre. Cuántos hemos visto en esta ejemplar nota
bíblica decenas de cosas: actitudes reprochables, pasiones contenidas, escasez
de sabiduría, resentimiento, derroche de bienes, consentimiento,
desagradecimiento, etc., mas no nos hemos percatado de esa manifestación de
amor y perdón sin interés de un “me gusta”, de la total ausencia de selfis,
pero con todo lo necesario incluido en un abrazo y un beso, y me atrevo a
agregar, con una solemne mirada de amor.
Hemos sido enseñados a amar al dinero, pero eso no nos ha
bastado, ese dios tiene más adoradores que todos los otros dioses juntos, los
ateos y agnósticos suelen decir que ese es su dios, y alegan que es porque lo
pueden ver. En forma de burla y con el interés de humillar a los creyentes
dicen que cómo podemos creer y adorar a alguien al que no vemos, pero todo ese
argumento se les ha caído cuando están aterrados y turbados por COVID-19, un
ser microscópico y de una identidad desconocida.
¿Cuántos hombres justos son necesarios para que Dios no
juzgue hoy a la humanidad como lo hizo en aquel tiempo con Gomorra y Sodoma
(Génesis capítulos 18 y 19)?
¿Qué tan diferentes somos las pecadores de hoy a los que
menciona Génesis en el capítulo 13.13 ?
Dios me libre de hacerle reclamo alguno, “Nuestro Dios está
en los cielos; Él hace lo que le place. Salmo 115.3, La Biblia de las Américas”,
y “tiene compasión de quien a él le plazca”, Romanos 9.18, aun así me acosa
esta pregunta, ¿Si Dios no juzga el pecado actual en todo el mundo, qué con
Sodoma y Gomorra?
Gracias por leerme,
Hermano, Marcos García C.
Abril, 2020